Era una mañana de julio lluviosa. Melchor Arteaga y el sargento Carrasco estaban exhaustos y querían abortar la misión. Hiram Bingham (1875-1956), en cambio, insistía en que debían seguir trepando las ladera que los llevaría a una supuesta “ciudad pérdida”, al noroeste de la ciudad de Cusco, en Perú.
El esfuerzo valió la pena. “Parecía un sueño increíble. ¿Qué es ese lugar?”, relataría después en su libro La ciudad perdida de los Incas el explorador estadounidense y profesor de la Universidad de Yale, Hiram Bingham, al momento en que ante sus ojos se revelaba un laberinto de terrazas y paredes entre la maleza abundate, “como un fantasma inca que se hubiera ocultado del mundo exterior durante casi 400 años”.
Esa vista que hace casi un siglo (el 24 de julio de 1911) dejó sin aliento a Hiram Bingham, sigue atrayendo año con año a miles de turistas nacionales y extranjeros. Y este 2011, declarado “Año del Centenario de Machu Picchu para el mundo”, se prevé que sean alrededor de un millón de personas los que acudan a visitar esa ciudadela inca, considerada una de las siete maravillas del mundo.
Una serie de espectáculos de luz y sonido, conciertos musicales, danzas, desfiles alegóricos, ceremonias y diversos homenajes se preparan para festejar los cien años de cuando el mundo entero escuchó hablar por primera vez de esta nueva maravilla, ubicada en la cresta del cerro Machu Picchu.
Aunque se sabe que Hiram Bingham no fue el primero en visitar esa ciudadela Inca, sí fue el primero en estudiar con métodos científicos el sitio.
Con el auspicio de National Geographic Society y la Universidad de Yale, Bingham contrató en Estados Unidos a una cuadrilla de arqueólogos y antropólogos para excavar ese sitio, del que ya en sus primeras expediciones al Amazonas había escuchado hablar.
Bingham y sus trabajadores lograron retirar la vegetación de la cumbre, trazaron planos, tomaron fotografías de las ruinas, y con el permiso del entonces gobierno de Perú, el arqueólogo envío al Museo Peabody de Historia Natural, en la Universidad de Yale, miles de artefactos encontrados durante los trabajos de excavación.
Los casi 50 mil objetos y fragmentos arqueológicos, entre cerámica, piedra y oro, que Bingham reunió durante sus tres expediciones a tierras incas se tornaron hasta hace algunos meses motivo de disputa entre el gobierno peruano y la Universidad de Yale.
Tras casi 100 años de ausencia, el próximo miércoles 28 de junio, arribarán a la Ciudad Imperial de Cusco, con ceremonia de recibimiento inca incluida, las 363 piezas y mil fragmentos arqueológicos que la Universidad de Yale devolvió a Perú el pasado mes abril.
En el marco del descubrimiento del centenario de la ciudad de Machu Picchu las piezas, que ya fueron exhibidas en el Palacio de Gobierno de Lima, serán trasladadas a la Casa Concha de la ciudad de Cusco, donde permanecerán hasta la construcción del “Gran Museo del Tahuantinsuyo”.
El recinto, explicó a este diario el ministro de Cultura de Perú, Juan Ossio, dará cuenta de la vasta riqueza cultural incaica, ya que expondrá lo vinculado a esta cultura, desde su religión y su sistema político, hasta su tecnología.
De huaquero a Indiana Jones
Para algunos, Hiram Bingham debería ser considerado como uno de los mayores “huaqueros” o saqueadores en la historia del patrimonio cultural de Perú. Pero, lo cierto es que este explorador y profesor universitario logró, además de inspirar con sus aventuras los fundamentos del personaje de Indiana Jones, dar a conocer al mundo la existencia de esa “ciudad pérdida”.
Cuando Bingham, también gobernador del estado de Connecticut, dio a conocer al mundo la existencia de ese icono inca surgieron miles de interpretaciones. Pero, según la arqueóloga y escritora Heather Pringle, fue hasta la década de los 80 cuando se aclararon los misterios en torno a esta ciudad inca. Todo gracias a un documento legal fechado en 1568, casi 40 años después de la conquista española en Perú:
“Era una petición a la Corte española, los descendientes de Pachacutec Inca Yupanqui -el gobernante inca que logró forjar el gran imperio del Tahuantinsuyo- declaraban que su regio antepasado había sido hacendado de un lugar llamado Picchu, muy cerca del actual emplazamiento del sitio arqueológico”, explica Heather Pringle en su artículo “El descubrimiento de Machu Picchu”, publicado en la edición del pasado mes de abril de la revista National Geographic en español.
Pringle asegura que estudios posteriores a la arquitectura y a los artefactos rescatados en ese sitio sugieren que Pachacutec, vivió como rey en aquel retiro montañoso, “donde comía en vajilla de plata, se aseaba en un baño de roca privado y se relajaba en un hermoso jardín perfumando de orquídeas”.
La grandeza de este gobernante inca, explica el arqueólogo peruano Lizardo Tavera, radica en que fue el primero en salir más allá del valle del Cuzco, logrando formar el gran imperio del Tahuantinsuyo, etapa en que la civilización incaica logró su máximo nivel organizativo y territorial.
Tavera señala que gracias a la belleza natural, clima benigno y rico suelo, Pachacutec Inca Yupanqui engalanó a ese valle con varias de las más fastuosas ciudades del Tahuantinsuyo, entre ellos Machu Picchu.
“Este valle sirvió como refugio y última morada de los Incas de Vilcabamba, que resistieron por algunas décadas someterse al poder español, luego de la conquista del Cusco”, señala el arqueólogo peruano.
En una cumbre altísima sobre el río Urubamba, Machu Picchu o la “montaña vieja” logró, gracias a su terreno casi inaccesible mantenerse aislado por casi 400 años, hasta que en la mañana lluviosa del 24 de julio de 1911, el aventurero estadounidense Hiram Bingham legó para la historia de la arqueología uno de los hallazgos más significativos en Latinoamérica.
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